Cuando la esperanza salva
Entre ratas, humanos y el coaching
A veces me pregunto si realmente entendemos lo que significa “esperanza”. No como palabra linda o recurso de autoayuda, sino como fenómeno real, tangible, observable. Me lo pregunto como coach, como estudiante, y también como ser humano que ha vivido momentos donde la única fuerza que quedaba era la fe en que algo podía ser distinto.
Hace poco me crucé con un paper clásico de Curt Richter, un investigador del siglo XX que, sin proponérselo, descubrió algo impactante: las ratas pueden morir de desesperanza. Y lo que es más sorprendente: cuando tienen una razón para creer que pueden sobrevivir, resisten mucho más.
📊 El experimento de Richter: morir por desesperanza
En su artículo “On the phenomenon of sudden death in animals and man” (1957), Richter cuenta un hallazgo inesperado. Mientras realizaba estudios con ratas salvajes, notó que muchas morían a los pocos minutos de ser sumergidas en agua. No por ahogo, ni por enfermedad, ni por agotamiento. Simplemente se dejaban morir. Literalmente, “se rendían”. Pero cuando a esas mismas ratas se las exponía previamente a una situación de rescate (ser sumergidas y luego salvadas), dejaban de morir rápidamente. Podían nadar por horas.
¿Qué había cambiado? La expectativa. La percepción de que podía haber una salida. La ratita no tenía GPS, ni teorías, ni lenguaje. Pero había aprendido, emocional y biológicamente, que podía sobrevivir. Y eso activaba algo profundo: las convicción de seguir.
Richter concluyó que muchas de estas muertes no eran por colapso simpático (como se pensaba), sino por sobreactivación parasimpática: el corazón se detenía lentamente, en diástole, como si el cuerpo se apagara sin pelear.
“Una vez eliminada la desesperanza, las ratas no mueren. Vuelven a luchar.” (Richter, 1957)
🔍 Viktor Frankl: el ser humano frente al abismo
Leyendo eso, no pude evitar pensar en Viktor Frankl. Psiquiatra, judío, prisionero en Auschwitz. Autor de “El hombre en busca de sentido”. Frankl observó lo mismo, pero en condiciones mucho más brutales y con humanos: los que tenían un para qué, resistían el infierno. Los que perdían el sentido, se apagaban.
“Quien tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo.” (Frankl)
Para Frankl, el sentido no es una teoría, es una necesidad biológica, psicológica y espiritual. No se trata de positivismo barato. Se trata de supervivencia.
Y al igual que en el experimento con las ratas, Frankl también cuenta que muchos prisioneros, al recibir una noticia, una carta o un motivo nuevo, recuperaban energía. Literalmente, se encendía algo. ¿La esperanza? Quizás. Pero no como ilusión pasiva, sino como dirección. Como elección.
🤝 Esperanza, pero no cualquiera: la mirada desde el coaching
Ahora bien, si sos coach o trabajaste con uno, tal vez hayas escuchado la frase provocadora: “no hay nada peor que la esperanza”. Suena fuerte, hasta contradictorio. Pero tiene un punto.
En el mundo del coaching, especialmente desde la mirada ontológica, la esperanza puede ser peligrosa si es pasiva. Si se transforma en esperar que algo cambie desde afuera, que venga el trabajo, la pareja ideal, el giro mágico. Esa esperanza… no empodera, adormece.
Lo que sí entrenamos en coaching es la esperanza activa. Esa que está anclada en un compromiso con lo posible. Que no niega la realidad, pero se planta con una pregunta poderosa: ¿qué puedo hacer yo con esto que me toca?
En coaching no trabajamos con ilusiones, trabajamos con declaraciones. No con deseos, sino con elecciones.
Entonces, la esperanza que sirve es la que se entrena. La que se diseña. Como una habilidad para sostener una visión en medio de la tormenta. Como un acto de creación, no de espera.
🔄 Todo conectado: cuerpo, mente, narrativa
Lo que me maravilla de unir estas tres miradas (Richter, Frankl y el coaching) es que todas apuntan a lo mismo desde lenguajes distintos:
- El cuerpo reacciona a la percepción de posibilidad o de encierro.
- La mente construye interpretaciones que pueden sostener o rendirse.
- Y la narrativa (lo que me digo, lo que creo, lo que declaro) tiene poder sobre mi fisiología, mi acción y mi futuro.
Hoy sabemos que incluso a nivel neurobiológico, la esperanza activa se asocia a circuitos dopaminérgicos de anticipación positiva, motivación y acción. O sea: creer que algo es posible cambia cómo tu cuerpo opera en el presente.
🔮 Esperanza como acto de poder
Quizás haya algo de mágico en todo esto. Pero no magia como fantasía, sino como creación. Como esa chispa que prende el motor justo cuando estabas por rendirte.
Las ratas no filosofan, pero su biología nos muestra algo. Los prisioneros de Frankl no tenían coaching, pero encontraban sentido y eso les salvaba la vida. Nosotros tenemos herramientas, lenguaje, conciencia. Tenemos elecciones.
Entonces, la próxima vez que sientas que no podés más, que estás en una pecera sin salida, capaz la pregunta no es si tenés fuerzas, sino si tenés un motivo. Si hay algo en vos que te diga: esto también pasa, y yo también puedo.
Ahí está la esperanza. No la que espera. La que actúa.